El chocolate es un producto que se consume en todo el
mundo y una dulce tentación a la que pocos se pueden resistir. Pero, ¿por qué
el de Bruselas es de mayor calidad? Es una pregunta que se hacen muchas
personas que viajan a la ciudad y contemplan un sinfín de chocolaterías en sus
calles. La razón de esta fama no es otra que el mimo con el que los belgas
tratan a este producto. Ellos lo conocieron de la misma manera que el resto de
los europeos, a través de España gracias al Descubrimiento de América. Pero la
diferencia es que en Bruselas, y por ende en toda Bélgica, trataron al
chocolate como una auténtica obra de arte. El secreto del éxito no es más que
ese, preservar su esencia sin mezclarlo con otros productos; cien por cien puro. Además, los belgas tienen el
mérito de haber creado el praliné y de seguirse reinventado al dar vida a
auténticas joyas con este nuevo oro negro. Con este planteamiento pocos pueden
tener dudas de que una de las cosas imprescindibles que ver en Bruselas son sus
chocolaterías. Aunque más que verlas, lo ideal es probarlas. Saborear la
esencia del chocolate puro que enamora a todo el mundo.
La ruta más dulce de Bruselas
Además de contemplar la majestuosa Grand Place, tomar unos mejillones con patatas
acompañados de una buena cerveza belga, aguzar la vista para ver el minúsculo Manneken
Pis o extasiarse ante el Atomium, a la hora de viajar a Bruselas no puede
faltar una ruta por sus legendarias chocolaterías. En algunas de ellas bastará
con probar un simple bombón para sentir en el paladar una explosión de sabores
que explican la razón de que el chocolate belga sea único. No se puede hacer un
itinerario de este tipo sin citar a la chocolatería más famosa de la ciudad,
Godiva. Con cuatro establecimientos en Bruselas, uno de ellos en la misma Grand Place, esta
firma muestra al chocolate del mismo modo que una joyería expondría sus piezas
más valiosas. Sus trufas y bombones son un placer al que es complicado resistirse.
Si hablamos de chocolaterías no puede faltar Pierre
Marcolini, uno de los nombres que es sinónimo de chocolate de altísima calidad.
Su establecimiento más conocido está ubicado en la Place du Grand Sablon, 39, donde
posee una sala de degustación deliciosa, y nunca mejor dicho. Pierre Marcolini
importa el cacao directamente de los países productores, para convertirlo en
una suculenta maravilla que encandila a todo aquel que viaja a Bruselas y entra
en su tienda.
El carácter artesanal está presente en muchas de las
chocolaterías de la ciudad, pero en este capítulo hay que destacar a Planète
Chocolat enclavado en la céntrica Rue du Lombard, 24. Es un establecimiento que
conserva un fondo clásico, pero que al mismo tiempo se abre a nuevas ideas.
Organiza talleres y degustaciones que convierten la visita en una experiencia
más dinámica.
Todos aquellos que no se conformen con el chocolate
clásico y quieran conocer nuevos sabores y propuestas tienen en Laurent Gerbaud
una parada obligada. En la Rue Ravenstein, 2D es posible degustar bombones,
tabletas y pralinés donde el nuevo oro negro convive con sabores salados e,
incluso, de especias. Opciones rompedoras que conquistan a los paladares más
exigentes. Además, Laurent Gerbaud también celebra talleres para que el
visitante conozca de primera mano cómo elaboran sus delicias.
Finalizamos este itinerario en el lugar en el que
empezamos, la siempre espectacular Grand Place.
Allí se localiza la chocolatería Galler, otra de las más señeras de Bruselas.
Posee un amplio abanico de sabores y además cuidan al máximo la presentación,
con cajas y envoltorios muy originales. El de esta tienda se suele conocer como
el “chocolate de los reyes”, ya que es el que consume la familia real belga
desde 1995.