Cualquier viaje supone un enriquecimiento personal al estar en contacto con otras culturas, costumbres diferentes y formas de vida que, en ocasiones, nos pueden chocar. Esto sucede siempre, aunque nos movamos simplemente a un país vecino. Pero quizás una de las experiencias más apasionantes en este aspecto es realizar un viaje a Japón y descubrir una cultura tan distinta y admirable como es la nipona. Desde el mismo momento en el que se ponen los pies en el país, cambia la imagen de muchas de las cosas cotidianas que forman parte de nuestra vida. El orden, la educación, la limpieza y la hospitalidad nos chocan en un primer momento. Pero a medida que vamos descubriendo el país, nos siguen llamando la atención otros aspectos como su forma de entender la religión, el trabajo, el ocio, la vida en familia...<o:p></o:p>
Japón es un país cercano en el sentido de que facilita
muchísimo la experiencia del turista. Desde poder contar con un bono exclusivo
para extranjeros que permite usar sin límite su excelente red de ferrocarril,
pasando por la puntualidad de todos sus transportes o la facilidad para
encontrar siempre alojamiento. Pero es que además, la barrera del idioma se
salva de un plumazo gracias a la amabilidad
de los ciudadanos japoneses. Al mismo tiempo, un viaje a Japón supone
una experiencia más lejana, no sólo por la distancia, sino también por unas
diferencias culturales abismales en algunos ámbitos. Por ello es importante
conocer previamente algunos aspectos de su idiosincrasia que, sin duda, son
para nosotros curiosos y llamativos.
Al igual que en Occidente lo más normal al entrar en
una casa o en un restaurante es despojarse del abrigo (si estamos en invierno,
claro está), en Japón es básico quitarse los zapatos. Es una costumbre que se
cumple a rajatabla y que los viajeros deben tener en cuenta. Sucede en la mayor
parte de los templos, en los restaurantes más tradicionales y en los
alojamientos típicos llamados ryokan. Por este motivo, la higiene de los pies
debe ser exquisita y, ¡ojo! , los calcetines siempre tienen que estar en
perfecto estado.
La puntualidad británica es cosa de aficionados
comparada con la puntualidad japonesa. Especialmente se refleja en los
transportes públicos. El tren, el metro o el autobús aparecen en la estación a
la hora fijada y en el andén establecido. Si se anuncia que llegan a las 18:47,
a esa hora justa están ahí. Incluso si, por alguna causa externa, hay un
retraso de uno o dos minutos, un mensaje por megafonía pide disculpas a los
usuarios.
Cuando se camina por las calles de las grandes
ciudades japonesas o por estaciones de ferrocarril, llama la atención la
presencia de una hilera de baldosas, normalmente amarillas como las del “Mago
de Oz”, que tienen formas en relieve. Estéticamente no encajan demasiado, pero
la razón de que existan es poderosa. Es una especie de “caminito” para guiar a
los invidentes por la vía pública.
Una información que cualquier persona debe consultar
antes de viajar a un determinado país es el capítulo de las propinas. Cada
lugar del mundo tiene una costumbre diferente y es conveniente conocerla para
no quedar como excesivamente generoso o demasiado huraño. En Japón no hay que
preocuparse. El concepto propina no existe. El cliente paga lo que aparece en
la cuenta, ni más ni menos. Si se nos ocurre dejar aunque sea unos pocos
céntimos de yen, el camarero interpretará que nos los hemos olvidado, como si
nos dejamos el paraguas, y tratará de devolvérnoslos.
Llama la atención que una sociedad tan educada y recta
como la japonesa nos sorprenda a la hora de la comida con un “concierto” de
sonidos que en Occidente estarían muy mal vistos. En el país nipón es normal
sorber al comer, especialmente los llamados fideos soba. Es habitual ver en
grandes ciudades a hombres y mujeres elegantemente vestidos sorbiendo como
descosidos su comida antes de regresar al trabajo.
Una costumbre muy nipona y una de las cosas más
interesantes que ver en Japón es un onsen, el lugar donde se toma un baño al
final del día. Se trata de lugares con baños terminales donde los japoneses se
relajan, pero también lo pueden hacer los turistas. Eso sí, hay que cumplir las
normas a rajatabla. Este tipo de baños se toman completamente desnudos, por eso
la mayoría están separados por sexos. Además, es fundamental lavarse bien antes
de tomar el baño. No estamos hablando de una ducha al uso, sino una labor de
exfoliado de arriba abajo que se realiza sentado en un taburete y delante de un
espejo. Posteriormente, sólo queda disfrutar del baño y tomárselo todo con
mucha calma y sosiego.