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LA CIUDAD DE LAS ESTATUAS

Conocer Oviedo a través de sus esculturas al aire libre

Un paseo por la capital de Asturias podría compararse con la visita a un museo de escultura.

Un artículo de Maria Jesús R. Ordiz

Oviedo es una ciudad que inspira calma y reconforta el alma y gran parte de este encanto se debe a las más de cien esculturas que habitan sus calles. Iconos de la ciudad, obras de arte y personajes célebres acompañarán el paseo del viajero, como si hubiesen quedado atrapados en esa mágica quietud para ser testigos del paso del tiempo. Hoy te invitamos a conocer las calles de Oviedo a través de ellos.

Rufo, la mascota de la ciudad

En la intercesión de Uría con la calle Conde Casal nos encontramos con la primera escultura del recorrido: Rufo, el perrín callejero que los ovetenses adoptamos allá por la década de los 80. Este animal era tan querido y popular que aparece en muchas fotos históricas de la ciudad, todo el mundo lo cuidaba, lo llevaba al veterinario, le daba de comer, etc… Además, dicen que era listísimo. Ahora es una de las esculturas más populares de la ciudad y siempre nos encontraremos a niños, perros y adultos haciéndose fotos con él.

Justo al salir de la Basílica de San Juan El Real, una de las más bonitas de la ciudad, sentado en un banco a mano izquierda, nos encontramos con la escultura de uno de los alcaldes más queridos de Oviedo: don Luis Riera Posada. Desde ahí, tomando la calle Palacio Valdés y deteniéndonos en el cruce con Milicias Nacionales, al lado de un árbol de tamaño mediano y bien cuidado, está la estatua El diestro, una obra escultórica de bronce representando a un torero que firma Miguel Berrocal. 
Continuamos cogiendo la calle a nuestra derecha y al final, casi llegando a la calle Uría de nuevo, nos encontramos con la famosa y archifotografiada escultura de Woody Allen. Si ves que a Woody le faltan las gafas, es normal, por una extraña razón hay mañanas, que suelen coincidir en sábado o domingo, en las que los trasgus que salen de juerga por Oviedo ¡se las llevan como trofeo! 

Un museo de escultura al aire libre

Muy cerca del emblemático Teatro Campoamor, en la calle Pelayo, encontraremos una enorme escultura de un culo, sí, sí, un culo con piernas y todo, de 4 metros de altura. Es una obra de Eduardo Úrculo y bautizada oficialmente como Culis Monumentalibus. Y como no podría ser de otra manera, rondando el teatro, en el afán de Oviedo por ser un museo al aire libre, salen a nuestro paso La bailarina, a la izquierda del teatro, y la estatua Esperanza caminando, siempre leyendo.  
Merece la pena también detenerse en la Plaza de la Escandalera donde nos recibe, además de su fuente, la estatua de La Maternidad de Botero (una de las primeras esculturas en instalarse en la ciudad). Un poquito más allá, en dirección a la calle San Francisco, veremos una parejita de dos Caballos Asturcones que hacen las delicias de los más pequeños, a los que les encanta subirse para hacerse la foto de rigor.  
Delante del Edificio Histórico de la Universidad de Oviedo (1574) otra estatua aguarda nuestro paso, se trata de Mujer sentada. Desde ahí, cruzando el paso de peatones hacia la Plaza Porlier, nos está esperando la estatua de El viajero, como la llamamos los ovetenses, aunque su nombre real es El regreso de Williams B. Arrensberg. También es de Úrculo esta escultura, la favorita de mucha gente. Sobre todo, llama la atención el paraguas. No será raro que veamos a algún inocente intentando cogerlo porque parece de verdad. La historia de esta escultura es un tanto curiosa: Úrculo era amigo del escritor Williams B. Arrensberg, que era una persona un tanto áspera, poco sociable, viajero incansable, aunque solitario. Cuenta la leyenda que nunca se dejó retratar, pero sí accedió a que su amigo Eduardo Úrculo esculpiera su figura, siendo el resultado esta maravillosa obra escultórica. 

Personajes que viven en las plazas de la ciudad

Y cómo no, en la plaza de la Catedral se sitúa la estatua de La Regenta, protagonista de la conocida obra de Clarín. Puedes pararte en los detalles profusos de su vestimenta e imaginarte siendo coetánea suya en la vetusta del siglo XIX.  
En el centro de placita de Trascorrales se encuentra la escultura de La Lechera, ataviada con sus madreñes (calzado de madera típico que se utiliza en el campo para evitar el barro y el agua) y la burra. Este conjunto es muy divertido para los más pequeños y no tan pequeños. Hacerse fotos encima de la burra es un must. En la mítica Plaza del Daoiz y Velarde nos esperan Las Vendedoras del Fontan, una escultura realizada en honor al mercado que se celebra los jueves, sábados y domingos desde tiempos inmemoriales. 
Esta es solo una pequeña selección porque, como decíamos, hay más de un centenar en toda la ciudad. ¿Por qué no descubrirlas todas? 

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